domingo, 23 de octubre de 2011

Tengo mis motivos para ser como soy.

Hoy, he tenido un sueño, o una pesadilla, no estaría segura de como llamarlo. Habíamos crecido, eramos todos mayores, y yo ya no vivía aquí, como muchos, supongo. Pero volví, algo me trajo de nuevo a esta ciudad, quizá la Navidad, momento de reencuentros...
Volví a esa casa, les di dos besos, normalmente vienen  ellos. Voy por el pasillo y me paro delante de la puerta, mi puerta. Paso. Mi cuarto, no ha cambiado, siguen los mismos libros, la mesa, la silla, mis fotos. Sería bonito quedarme a recordar, pero no me voy a quedar en casa, encerrada en estas cuatro paredes como cuando estaba enferma. Hace frío, me coloco la bufanda y me pongo el abrigo. Las mismas calles, aun que algunas cosas si han cambiado, las losas del suelo no tenían este color y esta forma, creo. Dejo bagar mi mente y de repente se me ocurre. ¿Y si me paso por allí? Sigo caminando por sitios conocidos, pasando por los parques y al final llego a ese edificio que tanto odié. ¡OOHRG! Que fastidio, sigue siendo horroroso.
Ahora que lo pienso... ella vivía por aquí, me pasaré a verla. Pasadas la vallas rojas, ese portal, ese número.
¿Llamo? ¿Y si molesto? ¡Qué coño! Por una vez merece la pena molestar. Toco y sin preguntar abren. Cojo el ascensor pulso el botón y empieza a subir, llega a su piso y llamo al timbre. Me abre una señora, me pregunta que quién soy, no me ha reconocido. Normal, se lo digo; se alegra y sonríe, pero me dice que ella no está en casa, entonces le dejo un recado: A las cinco en el sitio de siempre, y que no le diga quien soy, mejor una sorpresa. Me despido y salgo otra vez a la calle, me viene a la cabeza que ellos también viven por aquí, me acerco y lo mismo de antes no están, el mismo recado y así  por todas la casa que conozco, el mismo procedimiento, ninguno está.
Se acerca la hora y yo al sitio, todavía no hay nadie, es pronto. A lo lejos los distingo, no han cambiado nada, y se siguen pareciendo, como no. Me ven y me reconocen, porque aceleran el paso, me sorprende que me reconozcan. Llegan y les doy un gran abrazo, les pregunto por los demás y dicen que ni viviendo en la misma ciudad se han visto; llega más gente y se sorprende de vernos a todos. Cada vez más besos, más risas y más preguntas, se hacen y veinte y todavía falta gente pero sobre todo ellas; no llegan, ellas y su maldita manía de llegar tarde. Veo a unas chicas acercarse, ¿es posible que sean ellas? Si que han cambiado, sí. Se van acercando, van sonriendo.. ¡como no! además reconocen a gente que hacia tiempo  que no veían, pero a mi no. Me da rabia, pero a unos pasos se paran, se nos humedecen los ojos y dicen algo por lo bajo. De repente no podemos resistirlo y nos abalanzamos unas contra otras a un abrazo "colectivo". Por fin estamos todos juntos, pero en un momento todo se torna oscuro y desaparece.
Ha sonado el despertador.

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