Me tiendo en la hierva, miro al cielo y luego otra vez el reloj; un minuto. Veo las estrellas, su luz parpadea, una canción, una nana que todos pueden oír y que nadie escucha. Por eso, cuando me doy cuenta, es más mágico todavía, porque la cantan para mi. De repente una estrella fugaz, y luego otra. Van cayendo del cielo una tras otra, pero no llegan a acercarse lo suficiente para que podamos alcanzarlas. Levanto una mano y veo como las estrellas se escurren entre mis dedos, como si de gotas de agua se tratasen.
Es una noche mágica, llena de sueños.
Una noche de deseos...