sábado, 14 de enero de 2012

Te da tiempo a pedirlo.

Está oscuro, supongo que sí tengo un poco de flojera. Pero lo va a merecer. Hace frío, respiro hondo y veo como el aire sale por mi boca formando figuras imposibles. Sigo andando por el camino, y por fin llego a la bifurcación indicada. Está poco marcada, pero se ven las hiervas pisadas que hacen el estrecho sendero. Las espigas hacen cosquillas en las piernas, miro el reloj. Queda poco, muy poco. Aprieto el paso, y al final me doy por vencida y echo a correr. Poco a poco lo voy viendo a lo lejos, los montes, el lago y cuando llego me doy cuenta de que hay hamacas, sillas y mantas por la hierva. Hay gente, bueno, normal, va a ser todo un espectáculo.
Me tiendo en la hierva, miro al cielo y luego otra vez el reloj; un minuto. Veo las estrellas, su luz parpadea, una canción, una nana que todos pueden oír y que nadie escucha. Por eso, cuando me doy cuenta, es más mágico todavía, porque la cantan para mi. De repente una estrella fugaz, y luego otra. Van cayendo del cielo una tras otra, pero no llegan a acercarse lo suficiente para que podamos alcanzarlas. Levanto una mano y veo como las estrellas se escurren entre mis dedos, como si de gotas de agua se tratasen.
Es una noche mágica, llena de sueños.

                                                                    Una noche de deseos...

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