domingo, 23 de octubre de 2011

¡Eso son escusas! -Shh es un secreto.

Me solía guiar por unos versos de un poeta olvidado: "No odies a quien has amado"...
Me dicen que lo odie, que me ha hecho la vida imposible, que me la ha arruinado y que lo que hizo no tiene perdón. Pero ya lo he dicho; no lo he de odiar por que lo he querido.
Esta mañana me ha llamado su madre, tenía la voz rota, dice que vaya a verlo por favor, que quiere hablar conmigo. Me acerco a su casa, me han dicho que no lo haga que no le debo nada, pero necesito verle para ver como podría estar yo en unos años... Me abre su madre, ha envejecido en los últimos meses, pero es fuerte, ha pasado el golpe ella sola. Me lleva hasta su cuarto, allí donde nos habíamos dado tantos besos, donde tantas pelis habíamos visto. Ya ves tanto amor para nada, tanto daño para nada.
Paso sola y lo veo, ya en las últimas. ¿Se puede gritar en silencio? ¿Puede un alma correr sin que se mueva el cuerpo? Porque grité y eché a correr sin emitir sonido alguno y sin moverme de donde estaba. Cuando superé el desconcierto y el miedo me acerqué, las piernas se me doblaron y quedé sentada en la cama.
-Gracias... por... venir.- Me quedé callada, escuchando.
-Nunca te pedí perdón. ¿Sabes? Nunca.
Intento evitar las lágrimas, pero no puedo, dos grandes gotas recorren mi cara.
-He reflexionado, yo... Lo siento.
+Yo también- dije por fin.
-¿Me odias?
Recordé el poema. Ahora con más motivo. Pero, eso, no es más que un poema.
+Si, creo que si.

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