viernes, 28 de octubre de 2011

"Adiós zapatillas" fueron las palabras exactas.

-"Juro que como no deje de sonar el despertador, moriré"- pensé, sin recordar el motivo de su adelanto. Eché para un lado las sábanas con el pie. Hacía un calor de muerte, a él también le costaba despedir Agosto. -"¡Espera, hoy es domingo!"- pronuncié sobresaltada y me froté la cara. Maldito rimel.. anoche no me acordé de quitármelo antes de acostar. Noto que mi móvil está vibrando en señal de llamada sobre la mesa, descuelgo:
- ¿Quién es?- con voz ronca.
- ¡Son las ocho! ¿Se puede saber qué haces aún así? ¡Vamos! Te quiero aquí ya.
- Tía.. todavía faltan 45 min. -y casi sin darle tiempo a contestar pregunto- ¿qué me pongo? (ya es costumbre).
- Algo fresco, nos espera buen día.
Cámara, maquillaje, camisetas de repuesto, cepillo de dientes, mi collar (perdón, nuestro collar), una goma para el pelo y dos tampones por si acaso. Ya está todo.
Toco al timbre- ¿me echabas de menos?- y nos fundimos en un gran abrazo.
- A y diez nos recoge mi tío, todavía tienes que arreglarme el pelo.
- ¿Me pintas uñas? ¡Cebra!
Bajamos corriendo las escaleras, el ascensor tardaría demasiado. Nos hemos dejado la mochila, subimos y volvemos a bajar. Saludos, besos, presentaciones "Se hará corto el viaje".
- ¡Escucha, cada vez que me rasque el ojo acuérdate de tal y cada vez..
- ¡Oh sí! De eso jajajaja.
Se oyen risas en la parte trasera del coche revueltas con pegajosas canciones de amor fácil. Bajamos del coche ¡tenemos la piernas dormidas!. Privilegiadas ellas, serán las únicas que duerman.
Escapadas de mediodía, risas bajo el sol.. Nunca me lo había pasado mejor.
Ella siempre había sido muy miedosa y el vértigo la mataba, no se lo pensó hasta estar colgada de un tronco vertical en el techo de una casa en ruinas.
- ¡No me sueltes!- gritó.
- ¡Mantén el equilibrio y no te rías! jajajajajajaja
- Sabes que es imposible, ¡parezco gilipollas!
- Pues pedazo gilipollas, ¡a ver como bajamos de aquí!.
Como normalmente, toda espada conllevaba a una bronca. "Adiós zapatillas" murmuraron desde la cocina. Ambas pusimos caras de afectadas pero al miso girar soltamos carcajadas. Comimos rapidísimo, quizá ni comimos, después echamos la siesta.
- ¡A quién queremos engañar..! ¿estás cansada?
- No.
- Pues no hemos comido, así que no hay nada que reposar. ¡Vamos! Conozco un sitio que te encantará.
Destacaba el verde y mostaza en aquellas vistas. El agua deslizaba deprisa por los canales, el lavadero, las uvas, los animales, el sol, el calor, las chaquetas, la cámara, el campo. Nos regalaron un gato, un gato gigante, que desfilaba robusto y hermoso, anaranjado desde el comedero a su cama. Era una bestia domesticada.
Solo quedaba un sitio y seguramente el más especial. Subimos a toda prisa las las escaleras que daban a la parte superior de la casa, y una vez así, subimos las posteriores. Daban a tres desvanes diferentes separados por gruesos muros. Viejos recuerdos, hermosas sonrisas. La luz solo se filtraba por una ventana, el techo estaba cubierto por paja perfectamente entrelazada. Nos tumbamos en el suelo, había un espejo, comenzamos a hacer gestos. Era cierto, las mejores sensaciones se obtenían de pequeños detalles.
Tan solo un día, uno solo, con mi mejor amiga.



Adiós, Peter.
Cuida de todo esto hasta que volvamos. 

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