domingo, 20 de noviembre de 2011

Soy el cabeza de familia, y eso hasta hace poco me consolaba.


Junto al cadáver de un suicida se encontró una carta dirigida al Sr. Juez, en los siguientes términos:
No culpe a nadie de mi muerte, me quito la vida porque dos días más que viviese no sabría quién soy en este mar de lágrimas. Verá usted, Sr. Juez:
Tuve la desgracia de casarme con una viuda. Ésta tenía una hija (de haberlo sabido, nunca lo hubiera hecho). Mi padre, para mayor desgracia, era viudo, se enamoró y se casó con la hija de mi mujer, de manera que mi mujer era suegra de su suegro, mi hijastra se convirtió en mi madre y mi padre al mismo tiempo era mi yerno. Al poco tiempo mi madrastra trajo al mundo un varón, que era mi hermano, pero era nieto de mi mujer, de manera que yo era abuelo de mi hermano. Con el correr del tiempo, mi mujer trajo al mundo un varón, que como era hermano de mi madre era cuñado de mi padre y tío de sus hijos. Mi mujer era suegra de su hija; yo soy, en cambio padre de mi madre, y mi padre y su mujer son mis hijos; además, yo soy mi propio abuelo.
Sr. Juez, me despido del mundo porque no sé quien soy.
Firmado: El cadáver.

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