sábado, 5 de noviembre de 2011

Que hermosas eran las sonrisas del mes de Septiembre.

Habíamos vuelto a quedar. Era la tercera vez esta semana y estamos por el miércoles. No sé como, pero siempre me convencía. Últimamente prefería pasar por muy poco tiempo que fuera, las tardes conmigo a con sus amigos. Vale también lo el era mío, pero antes solíamos quedar en pandilla. Ahora cada vez que por instinto nos separamos, tanto chicas como chicos empiezan a silbarnos. Supongo que por hacer la gracia, pero nosotros reímos, suena estúpido. A alguno de ellos también les dedicamos nosotros gestos cursis. No es extraño, somos adolescentes y a veces los amigos pasan a tener mayor afecto. Se crea un vínculo de amistad, amor y necesidad. Tampoco somos adultos, pero si no sale bien, dejamos de silbar y volvemos a quedar todos en pandilla.
A algunos nos gusta la música, a otros el skate, algunos están chiflados y otros pocos se divierten bebiendo los viernes por la tarde. Todas las propuestas son buenas porque estar con ellos es genial.
Recordé que o me apresuraba con el rimel o llegaría tarde como siempre. Sabían esperarme, si quedamos a las cinco ellos esperarían hasta y media, todos y cada uno de ellos me conocía lo suficiente para saber que era una impuntual de cuidado. Esta vez, solo llegué cinco minutos tarde. Y allí estaba él.
Con sus vaqueros y su chupa de cuero. Llevaba la mochila al hombro. Me miró y sonrió.
- ¿Que tal el día?
- Estupendo, pero tenía ganas de aparcar los libros.
Llegamos hasta un café.
- ¿Te apetece?
- Sí, estaría genial.
Pedimos dos del mismo y ponemos en una silla los abrigos.
- ¿Te has enterado de los de Alex y Ana?
Suelto una carcajada. - ¡Se les veía venir!
- Este viernes hemos pensado ir a casa de Pedro.
- Yo iré con Julia porque tenemos que pasar por su casa.
Le miro a los ojos, examino uno por uno sus gestos. -Siempre le vi algo - pienso. Sus labios. Tenía una boca perfecta. Seguramente tendría sed, su rostro estaba tenso por el frío. Pero sus labios.., pedían a gritos calor.
Él también la examinó. Era preciosa, siempre lo pensó. Últimamente era inevitable no hablar ni si quiera por teléfono. Notaba algo fuera de lo común, le gustaba.
- Aquí tienen sus capuchinos. ¡Que aproveche!
El camarero los coloca sobre la mesa y nosotros, tras dirigir dos palabras nos decidimos a coger el nuestro.
- ¡Vaya! Hemos ido a por el mismo.
Una vez terminado el café, nos colocamos las mochilas y salimos a la calle. Ambos estábamos más nerviosos que normalmente, en ese incómodo silencio en que uno frente a otro nos encontrábamos, hubiésemos preferido que viniera alguno de los de la pandilla a silbarnos o dedicarnos corazoncitos.
A él se le ocurrió lanzarse al vacío, pero pensó que era demasiado pronto. Pensó que a ella no le gusta correr. Que sería ir al grano. Le propuso un plan.-  Sí, al centro comercial. A las chicas les encanta la ropa - pensó.
- Si quieres podríamos..- y sin terminar la frase..
- Sí, sí quiero. - contesté.

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